Dolorosos recuerdos: Ucranianos en zonas liberadas buscan evitar nueva ocupación rusa
En las partes de la región ucraniana de Járkov que fueron liberadas después de seis meses de ocupación rusa en 2022, la perspectiva de ceder territorio como parte de un posible acuerdo de paz se enfrenta a una feroz resistencia, mientras que los recuerdos de la tortura, el hambre y el miedo alimentan una determinación colectiva para impedir el regreso de los rusos.
«Rusia no ha logrado conquistarnos en los tres años y medio de invasión. No hay motivos para creer que logrará mucho más», afirmó Victoria Shcherbak, profesora de 58 años de Balakliya, una ciudad donde las heridas de la represión siguen abiertas.
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Olena Shevchenko, otra residente, hizo eco de esta resolución mientras teje redes de camuflaje que ayudan a los soldados ucranianos a ocultar sus posiciones y equipos de los drones rusos.
«Haremos cualquier cosa para evitar que los rusos regresen aquí», dijo a la agencia de noticias EFE en un centro comunitario local, donde trabaja como voluntaria junto a Shcherbak y más de una docena de personas.
Shevchenko asocia la ocupación con el hambre, el frío y el miedo constante, recordando cómo los lugareños arriesgaban sus vidas para conseguir medicamentos vitales del otro lado de la línea del frente o hacían cola durante horas para recibir escasas raciones de pan mientras los soldados rusos saqueaban los suministros a voluntad.
«Era aterrador. Veías a un soldado ruso con un fusil de asalto y no sabías qué le pasaba por la cabeza», relató, recordando que los vecinos también tenían miedo de hablar ucraniano.
Aunque muchos en esta ciudad nororiental antes hablaban ruso, el centro de voluntarios ahora se oye sólo ucraniano, un cambio impulsado por la brutalidad de la ocupación.
«No podemos seguir hablando ruso cuando matan a gente por hablar ucraniano», explica un voluntario.
Memorias de detención y tortura
Durante la ocupación, decenas de personas sospechosas de oponerse al régimen ruso o de tener vínculos con el ejército o la policía de Ucrania fueron detenidos en una imprenta local reconvertida en «cámara de tortura», una de las muchas establecidas por las fuerzas rusas en las ciudades capturadas.
«Los sometieron a descargas eléctricas y les rompieron las costillas», relata Shevchenko.
Shcherbak y su hija de 16 años se encontraban entre las detenidas. Cinco soldados rusos enmascarados irrumpieron en su patio y las llevaron a una prisión improvisada donde soportaron condiciones precarias con escasa comida y agua.
«Lo peor era la incertidumbre: no saber cuánto tiempo nos tendrían retenidas ni por qué», indicó Shcherbak. Aunque ella misma no sufrió maltrato físico, presenció el sufrimiento de otras personas.
«Mi estudiante era golpeada a diario, desnudada y amenazada con ser ejecutada», recuerdó. La joven, que yacía en su celda tras ser torturada todas las noches, fue obligada a grabar un video alabando la vida bajo la ocupación antes de ser liberada.
Durante su propio interrogatorio, Shcherbak buscó un equilibrio entre evitar confrontación y a la vez negarse a traicionar a Ucrania. Uno de los encargados de interrogarla le dijo de forma escalofriante que mostraba «desprecio» en su mirada, y amenazó con golpearla y violar a su hija para cambiar su comportamiento.
Al escuchar esta amenaza, Shcherbak se desmayó y fue hospitalizada, escapando posteriormente con su familia a territorio controlado por Ucrania. Tres años después, algunos detenidos siguen desaparecidos o cautivos en Rusia, completamente aislados de sus familias.
Resiliencia ante amenazas constantes
Después de la liberación de Balakliya en septiembre de 2022, Shcherbak regresó, aunque sigue desconfiando de los que no conoce de cerca, sospechando que algunos pueden proporcionar información a Rusia.
La ciudad se salvó de una destrucción generalizada gracias a la rapidez de la contraofensiva de Ucrania en 2022, afirmó el voluntario Sergi Bilous.
Sin embargo, el camino a la ciudad presenta múltiples cicatrices de guerra, con edificios quemados o destrozados. Los drones rusos siguen atacando, llegando con rapidez y dejando poco tiempo a los residentes para buscar refugio.
Una sombría hilera de retratos de soldados caídos, incluidos algunos de los antiguos alumnos de Shcherbak, bordea la plaza central, un testimonio del alto coste de la agresión rusa.
Muchos niños siguen desplazados porque sus familias tienen demasiado miedo de regresar, aseguró Shcherbak, y las clases se imparten en línea.
Los que se quedan apoyan a los soldados heridos que reciben tratamiento en Balakliya y organizan representaciones teatrales bajo la guía de Shcherbak para levantar la moral, manteniendo inquebrantable su determinación de evitar otra ocupación rusa.