José Martí y el adiós para un pueblo sembrado de antorchas
“Para rendir tributo, ninguna voz es débil; para ensalzar a la patria entre hombres fuertes y leales, son oportunos todos los momentos”[1]. Rendírselo a Martí, siempre, aunque de minúscula manera, es un deber. En su inconmensurable humildad nunca imaginó que las luces que regaba sobre otros, fueran las mismas que iluminarían su figura en estas líneas.
El 19 de mayo de 1895 con la caída en combate, Martí ascendió a la inmortalidad. Desde entonces, en Cuba quedó sembrada la semilla más fecunda del árbol sagrado, del más fuerte y frondoso multiplicador de ideas, amor, visión y patria. “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador; pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron”[2], parecía anticipar para sí mismo el más grande de todos los cubanos.
¿Cómo resumir al Apóstol por sus talentos? Orador, poeta, periodista, diplomático, maestro, traductor, político, crítico de arte, editor, dibujante, hermano, amigo, hijo, padre, patriota, estratega, líder…No hay escuela de vida ni academia para tanta grandeza en uno solo. Inspiración y guía hay para todos. El privilegio patrio de ese retoño, lo tiene Cuba.
“Era un orador superior a sí mismo. Divisaba »
The post José Martí y el adiós para un pueblo sembrado de antorchas first appeared on Cubadebate.