Emojis, un periodista y posibles delitos: el chat del Gobierno Trump para atacar Yemen
La accidental inclusión de un periodista en un chat de altos cargos de la administración Trump para coordinar un ataque a Yemen, publicada este lunes por la revista progresista The Atlantic, ha destapado una brecha de seguridad en unas comunicaciones confidenciales que incluyen emoticonos patrióticos y la posible violación de delitos federales.
La situación ha creado un enorme revuelo en Estados Unidos, en una situación que el periodista infiltrado, el editor de la revista Jeffrey Goldberg, vivió como «un goteo intravenoso de información que nadie en el gobierno cree que los periodistas deban tener».
«Hasta casi el último minuto no pude creer que esto estuviera ocurriendo realmente», asegura Goldberg en una conversación con un periodista de The Atlantic, que confiesa en su relato que no creyó en la veracidad del grupo de mensajería hasta que confirmó el ataque estadounidense a Yemen a través de las redes sociales, el día 15 de marzo, encerrado en su vehículo en un estacionamiento de un supermercado.
«No podía creer que el liderazgo en seguridad nacional de los EE.UU. se comunicara a través de Signal sobre inminentes planes de guerra», escribe en su texto, siempre dudoso de que el grupo fuera falso y creado para hacerle caer en una trampa de desinformación.
En su artículo, Goldberg detalla paso por paso -sin desvelar información que considera confidencial o que puede afectar a tareas de espionaje e inteligencia- los cuatro días que pudo leer el debate entre los más altos funcionarios del gobierno sobre un ataque que según los rebeldes hutíes yemeníes causó 53 muertos y 98 heridos.
Goldberg entró el 11 de marzo en un chat en la aplicación de mensajería encriptada Signal a invitación de una cuenta que tenía el nombre del asesor de seguridad de la Casa Blanca, Mike Waltz, en un grupo de 18 personas en el que aparentemente aparecían figuras clave como el vicepresidente, JD Vance; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el de Estado, Marco Rubio; y la directora Nacional de Inteligencia, Tulsi Gabbard.
Durante su estancia en el grupo, el periodista recibió, por ejemplo, mensajes de Hegseth con información precisa de paquetes armamentísticos y objetivos; y fue testigo de cómo la cuenta asociada al nombre del vicepresidente Vance creía que era un «error» atacar Yemen.
El artículo incluye capturas de pantalla de las conversaciones y en una de ellas se ve como el usuario identificado como Waltz celebra con tres emoticonos (un puño golpeando, una bandera de EE.UU. y un fuego) el inicio de los ataques; otro de los participantes, identificado como Steve Witkoff -el enviado especial del presidente para Medio Oriente- hace lo propio con dos manos rezando, un brazo mostrando bíceps y dos banderas estadounidenses.
Según Politico, el escándalo puede afectar al futuro de Waltz como asesor en seguridad nacional, que podría ser despedido en breve. «Todo el mundo en la Casa Blanca está de acuerdo en una cosa: Mike Waltz es un completo idiota», dijo un alto funcionario de la administración, amparado en el anonimato, en declaraciones a ese medio.
La aplicación Signal
La gestión de información confidencial en Signal, una aplicación no aprobada por el Gobierno en la que además los mensajes desaparecen con el tiempo, abre además la posibilidad de que estos cargos importantes de la administración Trump hayan incurrido en delitos federales.
Según expertos consultados por The Atlantic, la coordinación e intercambio de información sobre seguridad nacional a través de una mensajería no autorizada violaría partes de la Ley de Espionaje de Estados Unidos.
Además, el debate sobre una operación militar en tiempo real a través de teléfonos móviles podría interpretarse como que los participantes estarían en tránsito o moviéndose en lugares públicos: si hubieran perdido el terminal o se les hubiera pirateado el sistema, la brecha de información habría sido «severa».
Por si fuera poco, el hecho de que Waltz configurara que los textos desaparecieran en una o cuatro semanas significaría la violación de la ley de preservación de archivos oficiales: como recuerda la revista, «los mensajes de texto sobre actos oficiales son considerados documentos que hay que preservar».
Esta situación choca con uno de los temas de bandera que más enarboló Trump durante su campaña electoral de 2016 contra su rival, la demócrata Hillary Clinton: la supuesta mala praxis y gestión de asuntos oficiales a través de un servidor privado de correo electrónico cuando era secretaria de Estado, por la que pedía que fuera a la cárcel.
La propia Clinton aprovechó las redes para rescatar esas acusaciones y atacar a los funcionarios de la administración Trump, al compartir la historia de The Atlantic a través de sus redes sociales con la frase «Tiene que ser una broma».