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Por Felipe Enero Segovia* Al observar el actual escenario electoral chileno es inevitable mirar hacia atrás y recordar los análisis sobre la China de los años 80 y 90. En ese periodo, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el gigante asiático inició una trEl escenario electoral chileno y la disputa del «centro»: Lecciones desde China
Por Felipe Enero Segovia* Al observar el actual escenario electoral chileno es inevitable mirar hacia atrás y recordar los análisis sobre la China de los años 80 y 90. En ese periodo, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el gigante asiático inició una transformación monumental a partir de una base económica estancada, fuertes tensiones sociales y un clima de inseguridad que puso en jaque al Partido y a toda la población. Si bien la escala y el contexto geo-cultural es incomparable, hay una similitud estructural: Chile y China, cada uno en su tiempo, enfrentan el desafío de modernizarse en medio de un clima de polarización, estancamiento del bienestar ciudadano y un urgente reclamo por orden público. La modernización china comenzó con una premisa muy clara: sin crecimiento económico no hay estabilidad social. Deng Xiaoping lo sintetizó con crudeza y realismo cuando afirmó que «hacerse rico es glorioso». Detrás de esa frase había una convicción estratégica: solo creando riqueza, y distribuyéndola razonable y progresivamente en el tiempo, es posible mejorar la vida material y espiritual de la población. Deng insistía en que «el desarrollo es la prioridad absoluta», recordándonos que no existe progreso social sostenible sin un motor económico robusto. Al mirar el Chile de hoy, vemos una sociedad atrapada en un círculo vicioso: bajo crecimiento, débil expansión de los salarios reales desde hace más de una década, alto desempleo, frustración social y aumento de la violencia. En relación a este último punto, China comprendió dolorosamente que sin seguridad pública no hay modernización. Deng Xiaoping fue igualmente claro: «sin estabilidad no puede haber construcción; sin orden, no puede haber reforma». Bajo su mando, se impulsaron campañas severas contra el crimen, el narcotráfico y la corrupción, porque entendía que el desorden erosiona la confianza social y paraliza cualquier intento de desarrollo. No se trataba solo de represión, sino de asegurar las condiciones básicas para que la población pudiera trabajar, producir, educarse y aspirar a una vida mejor. Chile hoy enfrenta una situación distinta, pero comparable en su lógica: la expansión del crimen organizado, el deterioro del espacio público y la sensación extendida de inseguridad golpean la convivencia democrática y dificultan la reactivación económica. Ningún plan de modernización y construcción de un Estado de Bienestar robusto será viable si la ciudadanía continúa sintiéndose amenazada en su vida cotidiana, si las pymes deben gastar en seguridad privada, si los barrios retroceden y si el miedo desplaza al optimismo. ¿Es posible fomentar el optimismo de nuestras clases trabajadoras, el emprendimiento, el empleo y la revitalización de los barrios populares, en un contexto donde está proliferando la extorción, el secuestro, los robos y el narcotráfico? No hablo de recetas mágicas, sino de prioridades estratégicas. Tal como ocurrió en la China de la reforma y apertura, Chile necesita crear un ambiente favorable para la inversión, el empleo, la innovación y la movilidad social. Y simultáneamente, requiere una estrategia de seguridad integral que fortalezca a las instituciones, recupere los barrios y erradique a las organizaciones criminales que hoy se disputan el control de la violencia. En un sentido burdo, pero no menos real, tanto el robo de «super 8» como los delitos de cuello y corbata (como la colusión y el financiamiento ilegal de la política), deben ser atacados sin cuartel. Cabe recalcar que el candidato Franco Parisi logró sintonizar con el llamado «centro popular» porque supo leer, antes que muchos, el profundo malestar de un país marcado por el estancamiento y el miedo cotidiano. Parisi ofreció un mensaje directo, sin tecnicismos, que combinó promesas de reactivación económica con propuestas de mayor firmeza en seguridad. Considerando todo lo anterior, el principal desafío de los candidatos presidenciales en Chile será sintonizar de manera creíble con las dos grandes prioridades ciudadanas, el desarrollo económico y la seguridad pública, pero entendiendo que estos bienes no pueden ser privilegio de una minoría, sino derechos efectivos para todo el país. Esta orientación «confuciana» es la que le ha permitido a China y a múltiples naciones de Asia, tener éxito en su despegue. Esto implica no solo reactivar la inversión y controlar la delincuencia, sino también construir instituciones más eficientes y confiables, ampliar la igualdad de oportunidades, asegurar una mayor equidad social y un sentido de proyecto nacional compartido. *Doctorando en Negocios Internacionales en Southeast University of China (Nanjing). Profesor colaborador y encargado de vinculación con la República Popular China, de la Universidad Tecnológica Metropolitana UTEM Read more











