China Hoy: Una nueva visión de la gobernanza global
Este es un artículo de la revista China Hoy, que puedes leer completo en este enlace gracias al acuerdo con Efecto China.
El 1 de septiembre, en la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghai Plus en Tianjin, el presidente chino, Xi Jinping, presentó una nueva y amplia propuesta para el futuro del orden mundial: la Iniciativa para la Gobernanza Global (IGG). Este marco se articula en torno a cinco principios: el respeto a la igualdad soberana, el cumplimiento del derecho internacional, la práctica del multilateralismo, la promoción de un enfoque centrado en las personas y un enfoque en acciones concretas.
Durante décadas, la gobernanza global ha sido un concepto controvertido, defendido, socavado o reconfigurado alternativamente por las dinámicas cambiantes de las grandes potencias.
La propuesta de Xi llega en un momento de intensificación de la rivalidad geopolítica, erosión de la confianza en las instituciones existentes y profundización de las divisiones en materia de seguridad, tecnología y desarrollo. La IGG representa tanto la continuidad como el cambio: continuidad en la larga defensa de China de una comunidad de futuro compartido de la humanidad, y cambio en la medida en que Beijing está presentando abiertamente un marco de gobernanza estructurado en el escenario internacional.
Cinco principios
El primer principio es el respeto a la igualdad soberana. En esencia, este insiste en que todas las naciones, independientemente de su tamaño, riqueza o poderío militar, merecen respeto de su soberanía e integridad territorial. Esto refleja el espíritu fundador de la Carta de las Naciones Unidas, pero también responde a las inquietudes contemporáneas del Sur Global sobre la dominación de potencias mayores.
Para muchas naciones en desarrollo, la soberanía no es un concepto abstracto, sino una lucha diaria. Desde los pequeños países insulares que enfrentan el cambio climático hasta los Estados africanos que se resisten a términos comerciales explotadores, el desequilibrio en la influencia global sigue siendo evidente. La reafirmación de la igualdad soberana por parte del presidente Xi señala el deseo del Gobierno chino de ser percibido como un defensor de la equidad en la política internacional, especialmente entre Estados históricamente.
El segundo principio, el cumplimiento del derecho internacional, aborda uno de los temas más polémicos en la agenda internacional. China ha criticado durante mucho tiempo lo que considera un «doble rasero» en la aplicación de las normas. Cuando se invoca el derecho internacional contra adversarios, pero se ignora cuando resulta inconveniente para los Estados poderosos, se erosiona la confianza en la gobernanza global.
Al enfatizar el Estado de derecho, la IGG busca reforzar la previsibilidad y la equidad en los asuntos internacionales. Implica que los tratados, las convenciones y las resoluciones de la ONU deben ser aplicados universalmente, no de forma selectiva. El mensaje está dirigido no solo a las potencias occidentales, sino también a los actores regionales que flexibilizan las normas cuando les conviene. Queda por ver si la IGG puede ir más allá de la retórica y adoptar mecanismos prácticos, como el fortalecimiento de los tribunales internacionales, el arbitraje o los procesos de elaboración de normas.
Ceremonia de inauguración de la Organización Internacional para la Mediación (OIMed) en la Región Administrativa Especial de Hong Kong (RAEHK) a la que asistieron casi 200 representantes de más de 30 Estados miembros fundadores de la OIMed y de diferentes sectores de la sociedad de la RAEHK, incluido el jefe ejecutivo de la RAEHK, John Lee (Quinto a la der.). Cnsphoto
El tercer principio es la práctica del multilateralismo, que se encuentra al seno de la ICG. Esto refleja una crítica al unilateralismo y la política de bloques, en particular a aquellos que se perciben como liderados por Estados Unidos. La era de las sanciones unilaterales, las guerras comerciales y las estrategias de contención basadas en alianzas ha desestabilizado los mercados globales y fracturado la cooperación.
En contraste, el multilateralismo, cuando se practica genuinamente, ofrece inclusión, responsabilidad compartida y una legitimidad más amplia. Al posicionarse como defensor de este enfoque, China espera conseguir el apoyo de los países cansados de la geopolítica de suma cero. La verdad más amplia es que ninguna nación, ni del Este ni del Oeste, puede resolver las crisis globales, desde las pandemias hasta el cambio climático, sin coordinación multilateral. La ICG replantea esto como un imperativo estratégico: la cooperación no es opcional, sino existencial.
Quizás la característica más distintiva de la ICG es el enfoque centrado en las personas. Argumenta que la gobernanza debe priorizar el bienestar humano por encima de la política abstracta de poder. Esto refleja la narrativa nacional china de desarrollo como un proyecto que prioriza a las personas, ahora extendida globalmente. En la práctica, un enfoque centrado en las personas implica priorizar la reducción de la pobreza, el acceso a la atención médica, la educación y la sostenibilidad ambiental en los marcos de cooperación global. Se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, pero con énfasis en la equidad por encima de la caridad.
Este enfoque resulta muy atractivo para los países en desarrollo, donde los ciudadanos comunes suelen experimentar con mayor intensidad las fallas de la gobernanza. En el caso de China, el enfoque centrado en las personas es real. El logro de sacar a cientos de millones de personas de la pobreza extrema, invertir en infraestructura de salud pública y construir comunidades resilientes constituye un sólido precedente nacional que la ICG ahora busca globalizar.
El quinto principio es el enfoque en acciones concretas, que aborda una de las frustraciones más crónicas de la gobernanza global: diálogos sin implementación y declaraciones que no se han materializado en resultados concretos.
La IGG enfatiza la orientación a la acción y subraya la necesidad de resultados reales y mensurables. Esto podría adoptar diversas formas: proyectos conjuntos de infraestructura en el marco multilateral, financiación climática coordinada, intercambio de tecnología para la salud pública o ayuda cooperativa en caso de desastres.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta propuesta por China ha recibido tanto elogios como críticas, pero demuestra innegablemente la preferencia del Gobierno chino por la acción en lugar de las promesas vacías. La IGG parece integrar este espíritu en una filosofía de gobernanza más amplia.
Si se implementa con credibilidad, este principio podría diferenciar la iniciativa del ritmo a menudo estancado de las instituciones multilaterales existentes. Pero también genera expectativas: la acción no debe ser meramente selectiva o simbólica, sino sistémica y sostenida.
Visión y credibilidad
La IGG representa más que un simple anuncio de política. Refleja el compromiso de China de no ser simplemente un mero participante, sino un artífice real de las normas de gobernanza global. Durante décadas, la arquitectura del orden internacional estuvo diseñada en gran medida por Occidente. Ahora, China ofrece explícitamente su propio modelo. La IGG podría resultar muy atractiva para las naciones de África, Asia, América Latina y Oriente Medio que buscan un sistema más equilibrado y menos dominado por las potencias occidentales.
También podría resonar entre el público desilusionado por la desigualdad y la inacción ante los desafíos globales. Sin embargo, también encontrará resistencia. Es probable que Estados Unidos y sus aliados interpreten la iniciativa como un intento de diluir las normas centradas en Occidente y expandir la influencia china.
Los críticos podrían argumentar que tras la retórica altiva se esconde un esfuerzo estratégico para realinear la gobernanza global a favor de China. La prueba de la IGG será si puede construir coaliciones inclusivas que trasciendan la política de bloques o si se convierte en otra línea de fractura en la rivalidad entre grandes potencias.
Afrontar los desafíos de la gobernanza global requiere visión y credibilidad. La inclusividad de esta iniciativa quedará demostrada por su transparencia y su comportamiento coherente. Convencer a las naciones escépticas de que la IGG no es solo una herramienta geopolítica, sino una verdadera plataforma para la equidad, será crucial.
La capacidad de implementación es otra prueba. Convertir los principios en mecanismos prácticos requiere recursos, instituciones y coordinación. China ya ha demostrado esta capacidad a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y sus programas nacionales de desarrollo. La IGG extiende esa experiencia a un contexto global, poniendo de manifiesto que las herramientas para la acción ya están en marcha. Otra tarea es trabajar con los marcos existentes.
La IGG colaborará estrechamente con la ONU, la Organización Mundial del Comercio, el Grupo de los 20 (G20) y otras importantes organizaciones internacionales, y busca explícitamente acatar las normas de dichas organizaciones. Esto garantiza la colaboración en lugar de la confrontación. Finalmente, está la cuestión de vincular la práctica nacional e internacional. El enfoque centrado en las personas es real, y la trayectoria de China en el país ofrece credibilidad. Si esta filosofía se traduce en proyectos globales que mejoren la vida de las personas, el escepticismo en el extranjero disminuirá con el tiempo. En ese sentido, los desafíos no son obstáculos sino oportunidades para que China y la comunidad internacional se asocien entre sí en la búsqueda de un sistema más eficaz.
En definitiva, la IGG refleja una visión más amplia, articulada durante años: construir una comunidad de futuro compartido de la humanidad. La IGG busca codificar esta visión en principios viables, ofreciendo una alternativa al unilateralismo y la política de poder. Su éxito dependerá no solo de la diplomacia china, sino también de la respuesta de la comunidad internacional. De ser adoptada, podría marcar un paso significativo hacia un sistema más equitativo y eficaz.
Si se desestima, podría profundizar las divisiones globales. El mundo actual se enfrenta a desafíos que ninguna nación puede resolver por sí sola: crisis climáticas, pandemias, amenazas cibernéticas y desigualdad.
La gobernanza global ya no es un concepto teórico, es una cuestión de supervivencia. La iniciativa nos recuerda que el debate no se centra en si la gobernanza es necesaria, sino en el tipo de gobernanza que es y quién la define.